
La fase clínica-1: pruebas en voluntarios sanos
La fase clínica de la investigación sobre un medicamento o vacuna empieza con la llamada Fase 1: un primer estudio con un pequeño grupo de voluntarios adultos sanos (algunas decenas) que suele durar unos cuantos meses. Normalmente, los participantes reciben una dosis muy baja del medicamento con el objetivo de evaluar (de nuevo) la seguridad del medicamento estudiado y la reacción del organismo al nuevo fármaco. En el caso de la vacuna, se busca estudiar el alcance de la respuesta inmune.
“Para que las autoridades autoricen empezar las fases de ensayo clínico, los investigadores deberán contestar de forma satisfactorias a unas preguntas: ¿Esta investigación es necesaria?’, ¿tiene riesgos muy elevados?, ¿va dirigida a personas que no son objetivo de la enfermedad? Además, los comités de ética revisan que se dé suficiente informaciones a los pacientes que decidan participar en el ensayo”, explica Solanas.
“Para poder pasar a esta fase, es necesario reunir toda la documentación sobre la molécula que se está estudiando, el dossier, y haber hecho pruebas de calidad para la producción del fármaco que aseguren que en ninguna etapa del proceso se genera un producto inesperado ni ningún tóxico”, detalla Solanas.
Si los resultados de la Fase 1 indican que el fármaco es seguro, se avanzará a la siguiente etapa. Según un estudio reciente de los ensayos clínicos llevados a cabo entre 2001 y 2015 en EEUU, sólo el 13,8% de los fármacos que entran en esta fase llegan a ser aprobados por las autoridades; sin embargo, el porcentaje es mucho más elevado para las vacunas contra enfermedades infecciosas: 33.4%. Según los mismos autores, la duración media de las diferentes fases de los ensayos clínicos es de 1,6, 2,9 y 3,8 años, respectivamente para las fase 1, 2 y 3.

Fase clínica-2: pruebas con unos cientos de pacientes
“Después de una duración predeterminada que vaya acorde a los resultados que vamos obteniendo y en cuanto podamos establecer una cantidad ‘óptima’ del fármaco”, como explica Solanas, se puede pasar a la Fase 2. Esta vez se empieza a testar en pacientes, no solo en voluntarios sanos: serán varios cientos de personas, y el objetivo principal de esta fase es valorar si la dosis que se ha establecido además de no ser tóxica, es eficaz frente a un fármaco de referencia o a un placebo”, en palabras de Solanas.
A menudo en esta y en la siguiente fase se utiliza la técnica del doble ciego: a unos pacientes se les suministra un placebo y/o el fármaco de referencia y, a otros el fármaco, y ni los pacientes, ni los médicos saben quién pertenece a qué grupo hasta el final. Si un porcentaje significativo de los pacientes muestra mejoras, el medicamento está listo para la siguiente fase, que también dura entre seis y ocho meses y en la cual ya se emplean millares de pacientes.
Fase clínica-3: pruebas más amplias y aleatorias
En la fase 3, la última fase antes de la comercialización y que suele ser la más cara, se valora la efectividad del fármaco y la muestra de pacientes se “randomiza”, es decir se intenta evitar cualquier efecto estadístico que pueda influenciar los resultados del ensayo. “Se trabaja con un grupo grande de pacientes y se les trata con la molécula en estudio en condiciones que se asemejan lo más posible a la realidad”, dice Solanas.
Relacionados con estas últimas dos fases, hay muchos dilemas de tipo ético, sobre todo si hablamos de una emergencia sanitaria o en el caso de una enfermedad muy grave e incurable, como el Ébola, por ejemplo, o la propia COVID-19.
En estos casos en los que, a falta de otras opciones, recibir un tratamiento, por experimental que sea, podría salvar vidas que de otra forma podrían perderse, a menudo no se sigue el estándar de doble ciego. Es el caso por ejemplo de Solidarity, el mega ensayo presentado por la OMS, que probará cuatro de los tratamientos más prometedores contra la COVID-19 e incluirá miles de pacientes de muchos países —entre ellos España.
“Una vez que se acaba la Fase 3, los investigadores tienen que explicar cuáles son los métodos de fabricación del medicamento y las instalaciones donde se podría llevar a cabo y lo presentan a las autoridades (la europea, la estadounidense y la japonesa son las tres más importantes), y ellas deciden si la información recopilada es suficiente para comercializar o no”, explica Solanas.

Fase 4: el seguimiento de un medicamento no se acaba con la comercialización
Finalmente, existe una última fase de experimentación clínica, llamada Fase 4: el medicamento está ya en comercio y se utiliza a gran escala. Objetivo de esta fase es monitorizar los efectos secundarios del fármaco, sobre todo los más raros, que pueden observarse sólo cuando el medicamento es utilizado a gran escala.
Dada la complejidad de todo el proceso, es comprensible que la duración de una experimentación clínica dure habitualmente muchos años. Sin embargo, estamos en una situación de emergencia y, como explica el artículo del New York Times, en el caso de la pandemia actual se ha optado para estrechar lo más posible muchas de las fases de investigación para llegar lo antes posible a una vacuna.
Estas prisas tienen un coste: la probabilidad que muchas de estas experimentaciones fallen es más elevada, y el coste de lanzar a la fase clínica tantas candidatas es muy elevado. Sobre todo, no hay ninguna garantía que alguna de las candidatas a vacuna funcione.
Además, aunque se encontrara una o más vacunas eficaces, siempre queda el enorme problema de la producción de cantidades tan elevadas de vacunas en tan poco tiempo. De hecho, las infraestructuras necesarias para producirlas son tan sofisticadas y tienen que seguir normas tan estrictas, que a menudo tienen que ser construidas específicamente para ello. “Uno de los factores que jugó a favor de la rapidez en la producción de la vacuna contra el N1H1 en 2009 fue precisamente que, debido a su parecido a la gripe estacional, se pudieron utilizar las mismas infraestructura y las mismas metodologías que ya preparan cada año la vacuna para la gripe”, explica Solanas. “Si la vacuna se elabora siguiendo los mismos procedimientos que se aplican con la vacuna antigripal estacional, y en la misma fábrica, esta etapa puede ser muy rápida”.
Para ganar tiempo, fundaciones como la Bill and Melinda Gates Foundation están financiando la construcción de fábricas para siete tipos de vacunas distintas, sin saber si ninguna de ellas llegará realmente a la fase de producción. Aún así, el problema de la producción al final del proceso será el verdadero cuello de botella para poder llevar este medicamento a toda la población en tiempos rápidos, como entre otros explica la revista Nature.
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